La obra arquitectónica de Le Corbusier,
una contribución excepcional
al movimiento moderno

Francia

La influencia de la Obra Arquitectónica de Le Corbusier dentro de los Estados Parte de la Propiedad

La influencia internacional de la obra arquitectónica de Le Corbusier es única, tanto en los once países en los que construyó, como en aquellos en todo el mundo para los que tuvo proyectos y, particularmente, a través de sus publicaciones y conferencias. No tiene sentido intentar hacer una lista exhaustiva. Nos limitaremos aquí a recordar la influencia que este trabajo ha tenido en los Estados Parte participantes de esta nominación.

Sin embargo, se puede afirmar que la influencia de su obra es perceptible en la arquitectura cotidiana de la segunda mitad del siglo XX, en sus métodos constructivos y en el desarrollo de la profesión de arquitecto y su internacionalización.

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El historiador Jacques Lucan comenzó sus estudios de arquitectura francesa a finales del siglo XX, con la muerte de Le Corbusier en agosto de 1965, en un capítulo titulado “El Deceso del Maestro”. En el mismo año, el tema del Concurso de Roma de 1965 del Institut de France, fue una base para el estudio de la Arquitectura Moderna, un homenaje a Le Corbusier, descripto como “uno de los más grandes arquitectos de nuestro tiempo”, quien ya había pronunciado el desaparición de la odiada Academia en los años veinte. Sin embargo, este aparente consenso, por asombroso que fuera (y de hecho descrito por los estudiantes de Bellas Artes como “necrófago”) no puede ocultar una visión mucho más compleja y a menudo conflictiva de la influencia de Le Corbusier en Francia, donde se había establecido en 1917.
Desconocido en el momento de su llegada, en la década siguiente, Charles-Édouard Jeanneret, ahora renombrado como Le Corbusier, se consagró como la figura clave de la arquitectura tanto en Francia como en el resto del mundo. Esta súbita fama se debió a la publicación de sus primeros artículos en la revista de vanguardia L’Esprit Nouveau, y a sus primeras obras manifiesto, como Maisons La Roche et Jeanneret, Cité Frugès de Pessac o Villa Savoye, todas ellas construídas entre 1923 y 1930. Durante el mismo período, publicó nada menos que siete libros que proponían un nuevo enfoque hacia la arquitectura, a través de un fructífero intercambio entre la teoría y la práctica arquitectónica. La obra construída alimentó la obra escrita, alimentada a su vez por muchos proyectos no realizados y, en ocasiones, controvertidos. A partir de la década de 1920, Le Corbusier ocupó plenamente la vanguardia de la escena arquitectónica francesa y ya sea que fuera su obra construída, sus proyectos, sus escritos o sus conferencias, todo fue objeto de acalorados debates. Más que cualquier otro arquitecto moderno, Le Corbusier se arriesgó. En 1931, Raymond Fischer, un antiguo colega de Adolf Loos y una figura importante de la modernidad francesa, expresó sin ambigüedades el sentimiento general: “Debemos rendir tributo donde se debe rendir tributo. El Sr. Le Corbusier ha formulado en un lenguaje claro las leyes de la arquitectura por venir. Es el guía más seguro para la nueva generación”.

El contexto en el que se desarrolló el Movimiento Moderno en Francia en el período de entreguerras fue muy diferente al de Alemania, Bélgica, los Países Bajos o la URSS, principales centros de esta vanguardia radical. No había educación en Francia comparable a la de la escuela Bauhaus en Alemania, ninguna asociación profesional como Deutscher Werkbund, ningún movimiento organizado como De Stijl en los Países Bajos o el constructivismo ruso. El individualismo de los arquitectos franceses había promovido el surgimiento de figuras maestras, en un momento encarnadas por Auguste Perret, pero rápidamente superadas por la militancia, la creatividad y el aura de Le Corbusier. La violencia crítica de la que entonces el era objeto, fue una medida por el lugar único que el ocupaba, al frente de la escena. A principios de los años treinta, esta crítica se agudizó con la crisis económica mundial y el aumento del desempleo y se acusó a los “modernos” de ser los responsables del desempleo en la industria de la construcción. Estos ataques, que mezclaban confusamente al antigermanismo y antibolchevismo, se centraron en tres puntos (i) la cuestión formal, (ii) la situación económica y (iii) el aspecto político y social.

No obstante, la obra de Le Corbusier en los años treinta fue observada, analizada y comentada por todos los jóvenes arquitectos, así como también por los alumnos de la Escuela de Bellas Artes, donde el nombre de Le Corbusier estaba prohibido. Evitando la mera imitación, muchos arquitectos tomaron prestados los principios formales, distributivos o espaciales de Le Corbusier. Esto pusieron en práctica grandes arquitectos como Jean Ginsberg, Eugène Beaudouin y Marcel Lods, Jean Badovici y Eileen Gray, Jean-Charles Moreux, etc.

Aunque Le Corbusier no enseñó, ganó seguidores a través de la cobertura mediática de sus obras y su incesante actividad como propagador del pensamiento moderno. Su estudio atrajo a muchos aprendices franceses. De los aproximadamente trescientos colaboradores conocidos de Le Corbusier, más de sesenta eran franceses. Formaban el grupo principal, lo que puede parecer natural, pero cabe señalar que la gran mayoría de ellos se incorporaría al taller después de la Segunda Guerra Mundial, una señal de que ir a trabajar para Le Corbusier no era aconsejable para un estudiante de Bellas Artes de entreguerras. Emergieron entonces como defensores y portavoces efectivos del pensamiento y la obra del “jefe”. Entre los más conocidos estaban André Wogenscky, Vladimir Bodiansky, Gerald Hanning, Claude Parent, Roger Aujame, Ionel Schein, André Roux y José Oubrerie.

Después de 1945, si bien Le Corbusier finalmente obtuvo varios encargos importantes en Francia, fue pasado por alto para los dos principales proyectos de construcción franceses de la posguerra: los de Reconstrucción y viviendas masivas, conocidos en Francia como Grands Ensembles [Grandes Conjuntos]. Excepto por la construcción de cuatro unidades residenciales que representaban un total de menos de 2.000 viviendas sociales, de los 4 millones de aquellas construídas entre 1945 y 1965, Le Corbusier fue ignorado en estas dos fases de construcción masiva de viviendas. A pesar de su no participación, fueron los principios de la Carta de Atenas y los principios formales del Movimiento Moderno, aunque simplificados, disfrazados y vaciados de sus cualidades espaciales, distributivas y sociales, los que se adoptaron para la construcción de estos Grands Ensembles.

Las ideas del Movimiento Moderno y de Le Corbusier fueron así constantemente robadas y sometidas a la lógica de la financiación estatal, sin otra ambición urbanística o arquitectónica que la de solucionar cuantitativamente un problema real de escasez de viviendas. También fueron objeto de un saqueo institucional por parte de la École des Beaux-Arts, que hizo un uso superficial de sus formas para renovar su vocabulario constitutivo. Como enfatizó Philippe Panerai, “de esta manera, la ‘Academia’ ganó en dos frentes: renovó un repertorio formal que se estaba desgastando y desestabilizó a quienes, siguiendo el ejemplo de Corbu, intentaban hacer que las cosas sucedieran desde dentro de la École”.

Los edificios de posguerra de Le Corbusier en Francia, la Unité d’habitation de Marsella, la Chapelle de Ronchamp, Couvent de la Tourette, o la Maison de la Culture de Firminy, han seguido teniendo un gran impacto en la producción en Francia. Como Fischer en 1931, Candilis aún podía decir en 1964: “Él es el gran jefe, el único”.

Ahora, a principios del siglo XXI, la arquitectura francesa sigue profundamente marcada por los principios del Movimiento Moderno, en el que la obra de Le Corbusier juega un papel fundamental. En todas las encuestas que tratan sobre la reputación de los arquitectos, su nombre es siempre el primero en ser mencionado. Su legado se sigue impartiendo en todas las escuelas nacionales de arquitectura como referencia indispensable para entender la arquitectura actual.

[1] Jacques Lucan, France. Architecture 1965-1988, Electa Moniteur, Paris, Milan, 1989, p.8
[2] R. Fischer, “La soirée de propagande de l’Architecture d’Aujourd’hui”, in l’Architecture d’Aujourd’hui, n° 9, déc. 1931, p. 82.
[3] Philippe Panerai, « Le Corbusier vu des Beaux-Arts », L’Architec- ture d’Aujourd’hui, n° 249, février 1987, p. 50.
[4] Georges Candilis, « Le Corbusieret notre époque », in L’Architecture d’Aujourd’hui, n° 113-114, avril- mai 1964
Francia Le Corbusier sur le site de Chandigarh avec André Malraux
Francia Les obsèques nationales de Le Corbusier, le 2 septembre 1965, avec un hommage solennel dans la Cour carrée du Louvre à Paris