La obra arquitectónica de Le Corbusier,
una contribución excepcional
al movimiento moderno

Suiza

La influencia de la Obra Arquitectónica de Le Corbusier dentro de los Estados Parte de la Propiedad

La influencia internacional de la obra arquitectónica de Le Corbusier es única, tanto en los once países en los que construyó, como en aquellos en todo el mundo para los que tuvo proyectos y, particularmente, a través de sus publicaciones y conferencias. No tiene sentido intentar hacer una lista exhaustiva. Nos limitaremos aquí a recordar la influencia que este trabajo ha tenido en los Estados Parte participantes de esta nominación.

Sin embargo, se puede afirmar que la influencia de su obra es perceptible en la arquitectura cotidiana de la segunda mitad del siglo XX, en sus métodos constructivos y en el desarrollo de la profesión de arquitecto y su internacionalización.

Suiza

La influencia de Le Corbusier en Suiza fue considerable pero difícil de definir, siendo su compleja relación con su país natal una mezcla de amor, decepción, rechazo, expectativa, incomprensión o frustración. En 1937, cuando ya tenía 50 años y era reconocido en todo el mundo, Le Corbusier escribió, a petición de Sigfried Giedion, el historiador y portavoz del CIAM, un texto titulado “Mis relaciones con Suiza”. Finalmente, Giedion consideró que el texto era demasiado negativo y nunca se publicó.

Le Corbusier se instaló definitivamente en Francia en 1917 después de construir, en Suiza, seis casas particulares y un cine, y participar en la creación de un nuevo curso de corta duración en la Escuela de Arte de La Chaux-de-Fonds. A pesar de la calidad de sus edificios y del vanguardismo de dos de ellos en particular, Villa Jeanneret-Perret y Villa Schwob, la reputación de Le Corbusier en Suiza y en el resto de Europa permaneció discreta, si es que existió siquiera. Sólo a partir del momento en que se estableció en París, y que, en 1920, cambió su nombre a Le Corbusier, Charles-Édouard Jeanneret construiría su reputación internacional en unos años. El reconocimiento por parte de sus compatriotas tardó en llegar, como confirma el propio arquitecto en una carta dirigida a William Ritter en 1925: “Si soy susceptible respecto a mi país natal, es porque nunca ha mostrado confianza en mi, porque mis amigos de allí, han sido propensos a mantener la distancia, porque el periódico local nunca publicó ese artículo decisivo de ‘un hijo de La Chaux-de-Fonds’ que, (¡por fin!) habría dado a mis padres tanta satisfacción; todo esto mientras yo estaba siendo muy halagado en los diarios de ambos continentes, todo lo necesario para hacer que un engreído estalle de satisfacción personal”.

El trabajo realizado en Suiza en las décadas de 1920 y 1930, y su participación sin éxito en el concurso de la Liga de las Naciones (1925) dieron lugar a la incomprensión, si no al conflicto. El radicalismo de su lenguaje, visto tanto en Suiza como en otros países como «bolchevique», a menudo despertó desconfianza en lugar de apoyo. La desconfianza e incluso el rechazo de Le Corbusier formaban parte del contexto más amplio de la lenta y difícil recepción de la modernidad en Suiza. Sin embargo, a pesar de un fuerte apego a la imagen pintoresca de Suiza, propagada por la Schweizer Heimatschutz [Sociedad Patrimonial Suiza], la contribución de Suiza al surgimiento del Movimiento Moderno no fue insignificante. Karl Moser (1860-1936) fue uno de sus precursores, especialmente a través de su enseñanza en el Politécnico de Zúrich, donde formó a toda una generación de jóvenes arquitectos que encontrarían en Le Corbusier un referente esencial. Entre ellos, su hijo Werner Moser, los hermanos Emil y Alfred Roth, Max Ernst Haefeli, Carl Hubacher y Rudolf Steiger se unieron en 1930, para construir la urbanización modelo Neubühl en Zúrich. Este desarrollo urbano, inspirado en Weissenhofsiedlung de Stuttgart, donde Alfred Roth trabajó en 1927 en representación del estudio de Le Corbusier, es ampliamente considerado como el surgimiento de la modernidad arquitectónica en Suiza. Robert Maillart (1872-1940), el constructor de muchos puentes de hormigón, en un espíritu de pura lógica racionalista, así como Max Bill (1908-1994) y Hannes Meyer (1889-1954), director de la Bauhaus de 1928 a 1930 , fueron otras figuras pioneras de la arquitectura suiza moderna.
La efímera revista ABC, publicada en Basilea entre 1924 y 1928, fue otra importante fuente de apoyo teórico para este movimiento y para el Funcionalismo. Y fue, por supuesto, Suiza la que acogió la reunión del Congreso fundacional del CIAM por iniciativa de Le Corbusier en La Sarraz en 1928. Su primer presidente, de 1928 a 1930, fue Karl Moser, y su portavoz, el activo y talentoso historiador suizo Sigfried Giedion.

Este último fue, de hecho, uno de los descubridores de Le Corbusier y propagador de su pensamiento y su obra, no sólo en Suiza sino en todo el mundo, especialmente con la publicación de Espace Temps Architecture, uno de los libros de arquitectura más leídos en el mundo. Suiza también contribuyó, en gran medida, al conocimiento de la obra de Le Corbusier a través de la publicación de la serie de las Obras Completas, habiéndose publicado el primero de los ocho volúmenes en Zürich en 1929 por la Editions Girsberger y editado por Willy Boesiger, colega de Le Corbusier en 1940, y Óscar Stonorov. En 1938 Max Bill, mencionado anteriormente, editó el tercer volumen que abarca el período de 1934 a 1938.

La obra de Le Corbusier fue difundida en forma mucho más amplia y duradera por unos treinta y cinco colaboradores de Suiza que trabajaron en el estudio de la rue de Sèvres en París, de 1924 a 1954. Además de Roth y Boesiger, ya mencionados, se encontraban entre estos colaboradores a Pierre André Emery (1924-1926), Denis Honegger (1926), Albert Frey (1929), Otto Senn (1931), Oscar Burri (1939) y André Studer (1954).

[1] Lettre à William Ritter, le 24/02/1925.
[2] Stéphanie Pallini, Entre tradition et modernisme, Ed. Benteli Verlag.
Suiza Couverture du livre "Une petite maison", 1954
Suiza Villa Schwob, La Chaux-de-Fonds, OMG